por Ricardo José Ferrer
Argentina
Recibido y publicado por Juan Eduardo Galleguillos de Cadena Fraternal desde Israel por Jose Schlosser.
Si la masonería es tan fuerte como el más débil de sus eslabones, su honorabilidad es análoga.
El sentido del honor tiene una esencia contraria al maniqueísmo reinante del razonamiento precario y primitivamente lineal y rasante, tan extremista como el intransigente camino dogmático que de buenas a primeras pasa a una inconsistente práctica del pragmatismo en nombre de la operatividad, al avanzar sobre otro plano.
En distinta dimensión, el nuestro es el del nuevo hombre que tiene en sí aprehendidas todas las virtudes de 2007 años de E:. V:., imprescindiblemente ejerciéndose en el ideario del Nuevo Humanismo.
Tan rasante que hace arrasar bárbaramente con el valor de las pequeñas cosas, siendo la posición liminar el cierre por derribo ético su carestía.
El honor es pertinencia, valentía, mirar a los ojos aun en el error con la sinceridad de la bonhomía del bienaventurado y portador acción noble, pues el honor tiene que ver con la razón y no con las pasiones. Aun en el camino pedagógico que a veces ya conforma una impronta de la personalidad de aquel que actúa con la prepotencia sarmientina como cualidad de la operatoria en el campo humanístico.
Es que la palabra tenga sentido, es el valor en la palabra empeñada, la que en nuestras cunas se forjó con las expectativas de los progenitores. Es amor. Es fortaleza y elevación del espíritu, es volar a altura prudente para escapar a la mira de los biológicos cazadores furtivos, a quienes con la fuerza del testimonio se indica, aun en el respeto de todos los seres creados por el GADU, sin pensarse más que un árbol ni menos que una hormiga, presumiéndose una ente razonable, para nunca promediar, emparejar, sino confluir en la vida social.
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Argentina
Recibido y publicado por Juan Eduardo Galleguillos de Cadena Fraternal desde Israel por Jose Schlosser.
Si la masonería es tan fuerte como el más débil de sus eslabones, su honorabilidad es análoga.
El sentido del honor tiene una esencia contraria al maniqueísmo reinante del razonamiento precario y primitivamente lineal y rasante, tan extremista como el intransigente camino dogmático que de buenas a primeras pasa a una inconsistente práctica del pragmatismo en nombre de la operatividad, al avanzar sobre otro plano.
En distinta dimensión, el nuestro es el del nuevo hombre que tiene en sí aprehendidas todas las virtudes de 2007 años de E:. V:., imprescindiblemente ejerciéndose en el ideario del Nuevo Humanismo.
Tan rasante que hace arrasar bárbaramente con el valor de las pequeñas cosas, siendo la posición liminar el cierre por derribo ético su carestía.
El honor es pertinencia, valentía, mirar a los ojos aun en el error con la sinceridad de la bonhomía del bienaventurado y portador acción noble, pues el honor tiene que ver con la razón y no con las pasiones. Aun en el camino pedagógico que a veces ya conforma una impronta de la personalidad de aquel que actúa con la prepotencia sarmientina como cualidad de la operatoria en el campo humanístico.
Es que la palabra tenga sentido, es el valor en la palabra empeñada, la que en nuestras cunas se forjó con las expectativas de los progenitores. Es amor. Es fortaleza y elevación del espíritu, es volar a altura prudente para escapar a la mira de los biológicos cazadores furtivos, a quienes con la fuerza del testimonio se indica, aun en el respeto de todos los seres creados por el GADU, sin pensarse más que un árbol ni menos que una hormiga, presumiéndose una ente razonable, para nunca promediar, emparejar, sino confluir en la vida social.
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