marzo 21, 2014

EQUINOCCIO



Como en las leyendas en que reposan los Misterios y los cultos de los pueblos antiguos, los rituales de la iniciación masónica en sus tres grados simbólicos constituyen una alegoría de la marcha aparente del Sol por los doce signos del Zodiaco y sus evoluciones en el ciclo de uno año, así como sus efectos en la Naturaleza manifestados en la Primavera, el Verano, el Otoño y el Invierno.

El astro rey, constructor de la Naturaleza a la que fecunda con su calor y la alumbra con su luz, nace, crece, muere y resucita en un ciclo perpetuo sobre el firmamento. Es el principio generador imagen de la vida y de la fecundidad, que rejuvenece y perpetúa al mundo.

EN EL GRADO DE APRENDIZ MASÓN

Esta primera etapa de la iniciación masónica representa dramáticamente el origen, el nacimiento del Sol y tiene lugar en el periodo comprendido del 21 de diciembre al 21 de marzo, del Solsticio de Invierno al Equinoccio de Primavera.

Procedente de la oscuridad, que hace referencia a la constelación de Capricornio, el Sol nace renovado y recorre los signos de Acuario, Piscis y Aries, llegando al Norte o Septentrión.
Después de haber enfrentado la muerte aparente en las profundidades del Cuarto de Reflexiones, el candidato a Aprendiz de Masón ingresa a la Logia renacido y purificado por el elemento Tierra. 

Vendado, hundido en las tinieblas de la ignorancia, marcha pobre y desvalido, acompañado por el Hermano Terrible quien lo guiará en los tres viajes simbólicos o pruebas de purificación dentro del Taller: Aire, Agua y Fuego.

A partir de Aries o el Carnero al inicio de la primavera, el Sol se desarrollará ante los ojos de la humanidad hasta llegar a su virilidad.

Aries, conocido también como el Cordero Reparador según los mitólogos, es el símbolo de la fuerza porque al entrar en él es cuando el Sol empieza a ser más fuerte y más caliente.

El Norte o Septentrión iluminado débilmente por la luz del Sol, es lo que mejor se aviene a los ojos del nuevo Aprendiz, que débiles aún, no podrían resistir la intensidad de sus fulgores. En su defecto destella en la constelación de Tauro, una de las estrellas más brillantes del cielo, Aldebarán, considerada como la Antorcha de la Humanidad, para infiltrar en los noveles iniciados el amor que deben sentir los francmasones por sus semejantes y los sentimientos más delicados que inspiran la beneficencia y la abnegación.

Tauro, símbolo del trabajo, es el sitial que constituye la piedra más nueva en el recinto masónico. El iniciado Aprendiz como la Naturaleza aún informe, estéril o muerta, es la Piedra Bruta que se va a desbastar. Es el hombre ignorante e inculto, en su estado natural de barbarie y superstición.

Al integrarse nuevos miembros a la Logia irá avanzando hacia el Poniente en su columna y según pase el tiempo avanzará hasta recibir más luz y calor, cuando le den el premio a su constancia y al trabajo arduo que hizo en la constelación de Tauro.

De www.luzinterior  por Juan Eduardo Galleguillos M.